Hechos 20: 17-32
Desde Mileto Pablo hizo llamar a los ancianos de la iglesia de Efeso. Cuando vinieron a él, les dijo: "Vosotros sabéis cómo me porté entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asía. Serví al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas y pruebas que me vinieron por las asechanzas de los judíos. Y nada útil rehusé anunciaros y enseñaros públicamente y por las casas, testificando solemnemente a judíos y a gentiles la necesidad de arrepentirse ante Dios, y de tener fe en nuestro Señor Jesucristo. Y ahora dirigido por el espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me sucederá. Sólo se que por todas las ciudades, el Espíritu Santo me da testimonio, de que me esperan prisiones y tribulaciones. Pero ninguna de estas cosas temo, ni estimo mi vida preciosa para mí mismo; con tal que acabe con gozo mi carrera, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, de dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.
Ahora sé que ninguno de vosotros, a quienes prediqué el reino de Dios, verá más mi rostro. Por tanto, os declaro hoy, que soy limpio de la sangre de todos. Porque no rehusé anunciaros todo el designio de Dios. Mirad por vosotros mismos, y por todo el rebaño en medio del cual el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, que él ganó con su propia sangre. Sé que después de mi partida entrarán entre vosotros lobos rapaces, que no perdonarán el rebaño. Y de entre vosotros mismos se levantarán hombres que enseñarán cosas perversas, para arrastrar a los discípulos en pos de sí. Por tanto, velad acordándoos que por tres años, de noche y de día, no cesé de amonestar con lágrimas a cada uno. Ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y la la Palabra de su gracia; que es poderosa para sobreedificaros, y daros herencia con todos los santificados.
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