La Palabra Diaria

II Corintios 1: 1-11
Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a la iglesia que está en Corinto, y a todos los santos que están en Acaya. Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de compasión y Dios de todo consuelo. El nos consuela en toda tribulación, para que también nosotros podamos alentar a los que están en cualquier tribulación, con el consuelo con que nosotros somos confortados por Dios. 
Porque así como abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así también abunda nuestro consuelo en Cristo. Si somos atribulados, es para vuestro aliento y salvación. Si somos consolados, es para vuestro consuelo que os ayuda a soportar con paciencia las mismas aflicciones que soportamos nosotros. Nuestra esperanza acerca de vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros de nuestras aflicciones, también lo sois en el consuelo. Hermanos, no queremos que ignoreís que la tribulación que nos vino en Asia, nos abrumó más allá de nuestras fuerzas, de modo que perdimos toda esperanza de conservar la vida. Sentimos en nosotros la sentencia de muerte, para no confiar en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos. Pero él nos libró, y nos librará de tanto peligro mortal. En él fijamos nuestra esperanza de que nos seguirá librando, a medida que nos ayudéis con vuestras oraciones. Entonces muchos darán gracias por la merced que nos haya sido concedida, en respuesta a la oración de muchos.