miércoles, 4 de abril de 2012

La Palabra Diaria

Apocalípsis 11
Me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo: "Levántate, mide el Santuario de Dios, el altar y los que adoran en él. Pero deja sin medir el patio exterior del Santuario, porque es dado a los gentiles, que pisotearán la ciudad santa durante 42 meses. Y daré poder a mis dos testigos, que profetizarán vestidos de saco durante 1.260 días. Estos son los dos olivos, y los dos candeleros que están ante el Dios de la tierra. Si alguno trata de dañarlos, fuego sale de ellos, y devora a sus enemigos. Así morirá el que quiera dañarlos. Estos tienen poder de cerrar el cielo, para que no llueva en los días en que profeticen. Y tienen poder de convertir el agua en sangre, y de herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran.
Y cuando haya acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo los combatirá, los vencerá, y los matará. Sus cadáveres quedarán en la plaza de la gran ciudad, que simbólicamente se llama Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado. Durante tres días y medio, la gente de los pueblos y tribus, lenguas y naciones, verán sus cadáveres, y no permitirán que sean sepultados. Los habitantes de la tierra se regocijarán y se enviarán regalos unos a otros, porque estos dos profetas habían atormentado a los habitantes de la tierra.
Pero después de los tres días y medio, entró en ellos un espíritu de vida enviado por Dios. Se levantaron sobre sus pies y cayó un gran temor sobre quienes los veían. Entonces oyeron una gran voz del cielo que les dijo: "¡Subid acá!" Y subieron al cielo en una nube, a la vista de sus enemigos. En aquella hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó. Murieron por el terremoto 7.000 hombres y los demás se espantaron y glorificaron al Dios del cielo. El segundo ay ya pasó. El tercer ay vendrá pronto.
El séptimo ángel toco la trompeta, y hubo fuertes voces en el cielo, que dijeron: "El reino del mundo ha venido ha ser de nuestro Señor y de su Cristo, y reinará para siempre jamás".  Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados ante Dios en sus tronos, se postraron sobre su rostro y adoraron a Dios, diciendo: "Te damos gracias, Señor Todopoderoso, que eres y que eras, porque has asumido tu inmenzo poder, y has empezado a reinar.
Se han airado las naciones y ha llegado tu ira: el tiempo de juzgar a los muertos, de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos y a los que veneran tu Nombre, pequeños y grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra". 
Entonces fue abierto el Santuario de Dios que está en el cielo, y quedó a la vista el Arca de su Pacto en su Santuario. Y hubo relámpagos, voces y truenos, y un terremoto y una fuerte granizada.

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